jueves, 25 de febrero de 2010

Ciudad Azteca de Tenochtitlán

Tenochtitlan era una isla, separada por un canal angosto de otra isla más pequeña. Las entradas a la ciudad era en base a puentes. Era toda una fortaleza. A medida que la población crecía, se construian falsas islas con juncos. En 1376 los aztecas instauraron una monarquía. El primer monarca azteca fue Acampichtli (1376-1391). Le construyeron un palacio, le asignaron tierras que trabajaban los habitantes de cada calpulli o comunidad. El monarca administraba justicia y encabezaba el ejercito. Tenochtitlán fue dividido en 4 secciones, que representaban la dirección de los vientos. Cada una de ellas parece haber cobijado a determinados especialistas: sacerdotes, burócratas, gobernantes y agricultores.
El mercado era un espacio cerrado. En uno de sus extremos se encontraba la piedra del sol y, frente a ella, el palacio de Moctezuma, de dimensiones colosales. Vivian en Tenochtitlán cerca de 300.000 habitantes. Los Aztecas se enrolaron en el ejercito, participaron en conquistas y crearon un imperio que gobernó casi todo el valle de Mexico. Otros reyes furon Huitzilihuitl (1391-1415), Chimalpopoca (1415-1427), Itzcóatl (1427-1440) y Moctezuma (1440-1469).
Las persistentes luchas aztecas activaron los sacrificios humanos en honor a las deidades; para ello contaban con numerosos prisioneros de guerra.
Axayácatl (1469-1481) aplastó algunas rebeliones en tiempo de escasez, pero fracasó al intentar dominar a los tarascos, quienes lo hirieron dejandolo cojo por el resto de su vida.
Tizoc (1481-1486), hermano del anterior, no pudo culminar las campañas emprendidas. Se le trató de cobarde y fue envenenado. Ahuitzotl (1486-1502) logró juntar 20.000 prisioneros que fueron sacrificados el día de la inauguración de los nuevos templos. Por sus dotes guerreras fue designado emperador Moctezuma II (1502-1520), al asumir el mando experimentó un cambio profundo: embebido en la leyenda del regreso de Quetzacóatl, temió ser acusado de usurpador del poder por el dios que debía volver pronto de su exiliio. Vacilante y temeroso, aumentó los sacrificios humanos, llegando en una ocación a 12.000 victimas. Su espiritu extremadamente religioso lo condujo a asociar la llegada de los españoles con el retorno de Quetzacóatl y sus seguidores.

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